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domingo, 3 de marzo de 2013

El DÍA QUE CONOCÍ A ERNESTO


Estas notas salidas del Alma son un homenaje sencillo para el Maestro, para el Gigante de la narrativa, de las crónicas, de sus documentales y demás expresiones periodísticas, para el inmortal: Ernesto Mc Causland Sojo.

EL DIA QUE CONOCI A ERNESTO
Desde hace rato tenía un gran interés por conocer a Ernesto y por fin había llegado el día de nuestra presentación; meses atrás un amigo en común me consiguió la cita, ya que laboraban en el mismo periódico y en la misma sección.
Admirador de sus crónicas, las cuales devoraba apresuradamente, miraba el reloj de la oficina  y me di cuenta que habían transcurrido diez minutos más a lo acordado, por mi frente corría una gota de sudor ( tan fría como la de Moralito), la ansiedad administraba mi cuerpo y comencé a caminar en círculos en la pequeña oficina, el amigo en común me reprendió: ------ Cálmate Víctor, siéntate y esperemos un rato, simultáneamente sonó el Celular de mi amigo y al otro lado de la línea una conocida voz le decía:   ----- Ya les caigo, estoy cerca y saliendo de un trancón.
Cuando apareció por la puerta vi a una larga figura, tan alta como su personalidad, con unos lentes transparentes como las aguas del rio Córdoba, que le daban la apariencia de Catedrático Universitario, que inclinándose un poco, para no tropezar con el Marco de la Puerta, me extendió su largo brazo con enormes dedos de basquetbolista gringo y dirigiéndose a nuestro amigo en común le dijo: ------- Este es el “Culo Sungo” del que me hablaste; mi amigo asintió con la cabeza y le indicó que se sentara.
Cuando me levanté para contestar el saludo de Ernesto pude notar la diferencia de altura, porque además de que él era muy alto, mi estatura no supera el Metro con 68 centímetros, lo que hacía más marcada la desproporción longitudinal corporal, ¡era un gigante de estatura y de corazón! ----- Mucho gusto Ernesto, soy un admirador de tus diferentes facetas periodísticas y deseaba conocerte para compartir contigo algunas crónicas y ensayos míos, mi nombre es Víctor Hugo Vidal, y él con una sonrisa grata de Patriarca Hebreo, me contestó: ------- Mucho gusto, ¡por lo menos tienes nombre de escritor y de los clásicos!
Eso sumado al gentilicio popular de los nacidos en Aldea Grande, expresado por Ernesto en su saludo inusual, hizo que el hielo se rompiera y que una fuerte corriente de agua subterránea brotara por mi imaginación y se expulsara clara y raudamente por mi cavidad oral en metafórica fluidez verbal de locutor en estreno…
Jamás imaginé que una persona tan importante en el medio y con tanto asedio del público, fuera tan sencilla, con una voz diáfana y transparente como sus relatos, crónicas y leyendas, porque se notaba su respeto y amor por lo que hacía;  inmediatamente comenzó a destaparse el docente que vivía en él y simultáneamente que leía algunos de mis escritos, comenzaba a corregirme y sugerirme estrategias, lo que a mí me llenó de satisfacción, viniendo de semejante talento…
Una vez repasados todos mis apuntes, concluyó: ----- Te felicito, tienes madera, solo te falta tornearla para que los muebles de tus escritos comiencen a adornar las salas de la gran audiencia llamada público, quien finalmente es tu juez y mediador.
Aun me parece verlo con su tranquilidad para afrontar las cosas y con esa calma con que expresaba sus ideas, pero con la precisión y puntualidad de un Maestro en retórica y morfología gramatical, lo que hacía mas interesante su exposición verbal.
Pasaron algunos meses y un día lo agregué en Facebook, obteniendo un canal común por el que compartíamos muchos enlaces, documentos, ensayos y demás figuras periodísticas.
No pasó mucho tiempo cuando Ernesto se fue con sus crónicas al otro lado del charco, rápido sin más equipaje que su elocuente vida, con un boleto sin retorno hacia un destino que nosotros los sobrevivientes llamamos universo paralelo metafísico espiritual, para formar parte del elenco celestial, de donde vino y al cual volvió, porque talentos como él no se les permite mucho tiempo entre mortales, solo un espacio del mismo, justo,  perfecto y éste había terminado de medirse en horas, minutos y segundos, para pasar a ser un espacio de tiempo acaecido en un cuerpo físico prestado y abandonado para liberar al Alma, quien emprende el volátil aletear de las mariposas místicas hacia el edén florecido y energético del más allá.
Por eso cada musa inspiradora, cada consejo que me dio se lo agradezco con el Alma, aunque en materia de agradecidos, ninguno mejor que “Los Gallinazos de Pedro Pérez”, una de las tantas crónicas costumbristas de Ernesto y contadas por “El Mago Borletti”, de quien Ernesto un día expresó, ----  “Tienen más magias sus palabras que los trucos de sus Naipes Mágicos”.
Por eso en el amanecer de esa mañana triste de un  21 de noviembre de 2012, cuando se difundió la noticia de la partida de Ernesto, volví a recordar ese momento de un día no muy lejano (hacían escasos 2 años) cuando lo conocí y todavía grabo la imagen de su gran figura de intelectual igualmente grande, pero con un corazón de niño, que se alegra cuando descubre que alguien juega sus mismos juegos, en este caso el juego de la redacción, de la crónica, de la escritura adornada y pincelada con la influencia mágica de todos los que tuvimos el honor de nacer en el meridiano literario de Macondo…
Gracias Ernesto por ese momento que compartiste conmigo en la postrimería de tu espacio terrenal, que quedó grabado en mi mente y me ha impulsado a jugar a ser poeta y escritor en prosa, aunque la rima no sea métrica y la prosa se conjugue como un verso.
Adiós Ernesto Mc Causland Sojo, seres como tú no mueren, viven eternamente en nuestras ideas, sobre todo en aquellas que transcribimos en un papel y le damos vida en abundancia.


VICTOR HUGO VIDAL BARRIOS