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miércoles, 3 de septiembre de 2014

COLCHA DE RETAZOS

COLCHA DE RETAZOS

Zurciendo nostálgicamente la emotiva sábana de mis recuerdos…  el hilar de mi mente se remontó con puntadas sentimentales a mi infancia en Barranquilla y surge la grandiosa imagen, bordada a hiladas mentales,  de mi abuela paterna: Clemencia Silva, a quien cariñosamente todos sus nietos le decíamos “Maquema” (por la contracción semántica de Mamá Clemencia).

Maquema era una mujer elegante, alta (Un metro con Ochenta centímetros), piel canela, de luenga cabellera y con un corazón tan grande, que alcanzaba a albergar a sus nueve (9) hijos, ciento cincuenta (150) nietos, setena (70) bisnieto y diez (10) tataranietos, sin contar los adoptivos…

Siempre la recuerdo, como si fuera hoy, recolectando pedazos de telas de todos los colores, los cuales guardaba en un inmenso baúl, con aroma mágico, como sacado de los escritos de Giovanni Boccaccio, para posteriormente,  acomodada en su mecedora de mimbre gigante, comenzar a unirlos, uno a uno, poco a poco y manualmente, con puntadas e hiladas perfectas, hasta llegar a realizar una obra de arte: una atractiva colcha de retazos.

Cuando me refiero a lo mágico del baúl de la abuela, era exactamente por eso, ya que de su interior, Maquema sacaba lo que uno le pidiera: un trompo, hilo curricán, boliches, libretas, lápices de colores, cintas, tijeras para recortar, pegante para papel, o lo que necesitaran sus hijas para los quehaceres domésticos, desde una simple aguja de coser hasta el molino 

Corona para triturar el maíz, en la preparación de las arepas de huevo caseras… Era realmente fantástica esa enorme caja de madera, tenía una respuesta para cada necesidad. Como cuando los magos sacan de sus sombreros variedad de cosas.

Además  en esa misma época de infante en que comencé a leer mis primeros textos, después de La Ilíada y La Odisea, Los Nibelungos, Los Miserables, Don Quijote de la Mancha, Decamerón y La Divina Comedia , inicié la literatura latinoamericana con La Hojarasca y posteriormente  Los Funerales de la Mamá Grande, desde ese instante ubiqué mi imagen en el primer libro de Gabo y la de mi abuela en el segundo del mismo Gabo, haciendo una simbiosis mágica que me hacía sentir protagonista y sentir a la abuela de igual forma, lo que acrecentó más mi admiración por ella. Muchísimo tiempo después en sus funerales, la retraté exactamente como cuando leí el libro.

Recuerdo que en sus largas jornadas de elaboración de colchas, me decía repetitivamente:
---- “Mijito” cuando Usted sea grande, que haya terminado su carrera de Doctor en Medicina (ese era su deseo), le agradezco que se acuerde de esta viejita y cuando vaya a misa rece una oración por mí, para que mi Dios me acoja en su seno, no se te olvide…
En cuanto a lo primero no quise ser Medico, pero si me acerqué bastante, siendo Galeno de la Cavidad Oral o sea Odontólogo  y referente a lo segundo, siempre rezo por mis abuelitos y familiares difuntos, encomendándoselos al padre Eterno, todo los días por las noches antes de entregarme al sueño…

Un quince (15) de septiembre de hace muchos calendarios, día de mi cumpleaños, destapando los regalos, uno de ellos me dejó estupefacto, anonadado, era una elegante y colorida colcha de retazos de innumerables colores, que le daban una apariencia agradable a la vista, era una mezcla de pedazos acomodados simétricamente el uno al otro, apoyándose en una arte indescriptible, solo superado por los latidos de mi corazón satisfecho y henchido.

Esa obra de Arte me la acababa de regalar mi abuela, siendo el regalo más querido en ese instante y por muchos años más…; de un salto llegué a donde ella estaba, en su mecedora de mimbre (en cada casa de cada uno de sus hijos reposaba una igual, solo para ella) y la cubrí con mis pequeños brazos, la apreté con fuerza y le susurré al oído:

---- Gracias Maquema, es el mejor regalo que me han hecho, cuando me separo de ella y la miro directamente a su respetable faz, noto dos perlas de amor que salen de cada uno de sus cansados ojos y con acento maternal me dijo:

---- Fue con todo el Amor mijito, para que cada vez que te arropes con ella sientas el calor humano de mis manos que la cosieron con el corazón, para que sea el abrigo de tus noches frías, para que te guarde con la delicadeza que solo una abuela espera para la proyección de sus hijos: para los nietos que merecen todo nuestro mimo y admiración.

Desde ese entonces toda la familia Vidal se inundó de colchas de retazos, una para cada nieto en su cumpleaños y con una familia tan larga, imagínense la cantidad de puntadas que salieron de las mágicas manos de la abuela para satisfacer la demanda de una clientela familiar tan numerosa.

También surgieron los problemas por querer tener el preciado edredón, en casa de mi tío Juan Vidal Silva, Oswaldo el menor de sus hijos cambió su preciada boleta para asistir al clásico futbolero  Junior -  Unión en el Romelio Martínez de la Calle 72, a Juanchito uno de los mayores, por una hermosa  colcha de retazos recibida la noche anterior de manos de la abuela, ya que Juanchito estaba de cumpleaños.

El día del clásico costeño, de un taxi amarillo por la Carrera 43 con Calle 72, descienden raudos mi tío Juan y su hijo Oswaldo, asido fuertemente por el brazo de su papá, se balanceaba serpentinamente como bandera en fiesta patria, gritando a voz chillona:

---- Juanchito devuélveme mi boleta, yo quiero ver el partido del Junior, te regreso la colcha porque Maquema me va a regalar una el próximo mes que estoy de cumpleaños…

A pocos pasos haciendo la inmensa cola de entrada al Estadio de futbol Romelio Martínez, estaba Juanchito con su camiseta rojiblanca, con una sonrisa pícara, que se diluyó de inmediato, como sol ardiente sobrepasado por espesas nubes, al sentir y ver a escasos metros a su papá con la bandera humana de su hermanito que además de ondearse por la brisa fuerte que lo quería desprender de la mano de su padre, seguía gritando: 

¡Devuélveme la boleta!

Se imaginarán el oso que pasó Juanchito, ya que tuvo que regresar a su casa, sin boleta y sin colcha, por castigo de su progenitor, ante el abuso cometido al benjamín de la Familia Vidal Dela Hoz.

Hoy adulto y con un recorrido vasto por mi fructífera vida, recuerdo y hago analogía con la colcha de retazos de mi agradecida infancia.

Siempre he querido publicar un libro y el primero que voy  a editar se titulará Colcha de retazos, donde cada cuento narrado a semejanza de cada pedacito de tela de la colcha, contribuirá a la narrativa global del texto a publicar, con todo y su mensaje subliminal, llevando un recado de unión, grupal, de armonía, así como cada retazo de tela ayuda a dar forma al multicolor sobrecama que nos ayuda a cubrirnos en las noches friolentas.

Quiero que mis lectores se cubran, se protejan del ambiente, que cada cuento aporte al deleite literario, favoreciendo a que una sonrisa o una lágrima acudan en el momento requerido, que cual colcha de retazos sientan calor de buen lector para devorar con avidez sus páginas multicolores, que se sientan confortables.

Que aprendan a arroparse como alguna vez fue la intención de mi abuelita al complacernos con cada colcha en cada cumpleaños…

Por: Víctor Hugo Vidal Barrios.