COLCHA DE RETAZOS
Zurciendo nostálgicamente la emotiva sábana de mis
recuerdos… el hilar de mi mente se
remontó con puntadas sentimentales a mi infancia en Barranquilla y surge la
grandiosa imagen, bordada a hiladas mentales, de mi abuela paterna: Clemencia Silva, a quien
cariñosamente todos sus nietos le decíamos “Maquema” (por la contracción
semántica de Mamá Clemencia).
Maquema era una mujer elegante, alta (Un metro con
Ochenta centímetros), piel canela, de luenga cabellera y con un corazón tan
grande, que alcanzaba a albergar a sus nueve (9) hijos, ciento cincuenta (150)
nietos, setena (70) bisnieto y diez (10) tataranietos, sin contar los adoptivos…
Siempre la recuerdo, como si fuera hoy, recolectando
pedazos de telas de todos los colores, los cuales guardaba en un inmenso baúl,
con aroma mágico, como sacado de los escritos de Giovanni Boccaccio, para
posteriormente, acomodada en su mecedora
de mimbre gigante, comenzar a unirlos, uno a uno, poco a poco y manualmente, con
puntadas e hiladas perfectas, hasta llegar a realizar una obra de arte: una
atractiva colcha de retazos.
Cuando me refiero a lo mágico del baúl de la abuela, era
exactamente por eso, ya que de su interior, Maquema sacaba lo que uno le
pidiera: un trompo, hilo curricán, boliches, libretas, lápices de colores,
cintas, tijeras para recortar, pegante para papel, o lo que necesitaran sus
hijas para los quehaceres domésticos, desde una simple aguja de coser hasta el
molino
Corona para triturar el maíz, en la preparación de las arepas de huevo caseras…
Era realmente fantástica esa enorme caja de madera, tenía una respuesta para
cada necesidad. Como cuando los magos sacan de sus sombreros variedad de cosas.
Además en esa
misma época de infante en que comencé a leer mis primeros textos, después de La
Ilíada y La Odisea, Los Nibelungos, Los Miserables, Don Quijote de la Mancha,
Decamerón y La Divina Comedia , inicié la literatura latinoamericana con La
Hojarasca y posteriormente Los Funerales
de la Mamá Grande, desde ese instante ubiqué mi imagen en el primer libro de
Gabo y la de mi abuela en el segundo del mismo Gabo, haciendo una simbiosis
mágica que me hacía sentir protagonista y sentir a la abuela de igual forma, lo
que acrecentó más mi admiración por ella. Muchísimo tiempo después en sus
funerales, la retraté exactamente como cuando leí el libro.
Recuerdo que en sus largas jornadas de elaboración de
colchas, me decía repetitivamente:
---- “Mijito” cuando Usted sea grande, que haya
terminado su carrera de Doctor en Medicina (ese era su deseo), le agradezco que
se acuerde de esta viejita y cuando vaya a misa rece una oración por mí, para
que mi Dios me acoja en su seno, no se te olvide…
En cuanto a lo primero no quise ser Medico, pero si me
acerqué bastante, siendo Galeno de la Cavidad Oral o sea Odontólogo y referente a lo segundo, siempre rezo por
mis abuelitos y familiares difuntos, encomendándoselos al padre Eterno, todo
los días por las noches antes de entregarme al sueño…
Un quince (15) de septiembre de hace muchos calendarios,
día de mi cumpleaños, destapando los regalos, uno de ellos me dejó estupefacto,
anonadado, era una elegante y colorida colcha de retazos de innumerables
colores, que le daban una apariencia agradable a la vista, era una mezcla de
pedazos acomodados simétricamente el uno al otro, apoyándose en una arte
indescriptible, solo superado por los latidos de mi corazón satisfecho y
henchido.
Esa obra de Arte me la acababa de regalar mi abuela,
siendo el regalo más querido en ese instante y por muchos años más…; de un
salto llegué a donde ella estaba, en su mecedora de mimbre (en cada casa de
cada uno de sus hijos reposaba una igual, solo para ella) y la cubrí con mis
pequeños brazos, la apreté con fuerza y le susurré al oído:
---- Gracias Maquema, es el mejor regalo que me han
hecho, cuando me separo de ella y la miro directamente a su respetable faz,
noto dos perlas de amor que salen de cada uno de sus cansados ojos y con acento
maternal me dijo:
---- Fue con todo el Amor mijito, para que cada vez que
te arropes con ella sientas el calor humano de mis manos que la cosieron con el
corazón, para que sea el abrigo de tus noches frías, para que te guarde con la
delicadeza que solo una abuela espera para la proyección de sus hijos: para los
nietos que merecen todo nuestro mimo y admiración.
Desde ese
entonces toda la familia Vidal se inundó de colchas de retazos, una para cada
nieto en su cumpleaños y con una familia tan larga, imagínense la cantidad de
puntadas que salieron de las mágicas manos de la abuela para satisfacer la
demanda de una clientela familiar tan numerosa.
También surgieron los problemas por querer tener el
preciado edredón, en casa de mi tío Juan Vidal Silva, Oswaldo el menor de sus
hijos cambió su preciada boleta para asistir al clásico futbolero Junior -
Unión en el Romelio Martínez de la Calle 72, a Juanchito uno de los
mayores, por una hermosa colcha de
retazos recibida la noche anterior de manos de la abuela, ya que Juanchito
estaba de cumpleaños.
El día del clásico costeño, de un taxi amarillo por la
Carrera 43 con Calle 72, descienden raudos mi tío Juan y su hijo Oswaldo, asido
fuertemente por el brazo de su papá, se balanceaba serpentinamente como bandera
en fiesta patria, gritando a voz chillona:
---- Juanchito devuélveme mi boleta, yo quiero ver el
partido del Junior, te regreso la colcha porque Maquema me va a regalar una el
próximo mes que estoy de cumpleaños…
A pocos pasos haciendo la inmensa cola de entrada al
Estadio de futbol Romelio Martínez, estaba Juanchito con su camiseta
rojiblanca, con una sonrisa pícara, que se diluyó de inmediato, como sol
ardiente sobrepasado por espesas nubes, al sentir y ver a escasos metros a su
papá con la bandera humana de su hermanito que además de ondearse por la brisa
fuerte que lo quería desprender de la mano de su padre, seguía gritando:
¡Devuélveme la boleta!
Se imaginarán el oso que pasó Juanchito, ya que tuvo que
regresar a su casa, sin boleta y sin colcha, por castigo de su progenitor, ante
el abuso cometido al benjamín de la Familia Vidal Dela Hoz.
Hoy adulto y con un recorrido vasto por mi fructífera
vida, recuerdo y hago analogía con la colcha de retazos de mi agradecida
infancia.
Siempre he querido publicar un libro y el primero que
voy a editar se titulará Colcha de
retazos, donde cada cuento narrado a semejanza de cada pedacito de tela de la
colcha, contribuirá a la narrativa global del texto a publicar, con todo y su
mensaje subliminal, llevando un recado de unión, grupal, de armonía, así como
cada retazo de tela ayuda a dar forma al multicolor sobrecama que nos ayuda a
cubrirnos en las noches friolentas.
Quiero que mis lectores se cubran, se protejan del ambiente,
que cada cuento aporte al deleite literario, favoreciendo a que una sonrisa o una
lágrima acudan en el momento requerido, que cual colcha de retazos sientan
calor de buen lector para devorar con avidez sus páginas multicolores, que se
sientan confortables.
Que aprendan a arroparse como alguna vez fue la
intención de mi abuelita al complacernos con cada colcha en cada cumpleaños…
Por: Víctor Hugo Vidal Barrios.